sábado, 23 de julio de 2011

Algo huele a podrido en Noruega



Tras el terrible atentado sufrido por los ciudadanos de Oslo ayer, comienzan a trascender datos sobre el presunto asesino de casi 100 noruegos inocentes, que se encuentra bajo custodia policial. Todos los periódicos, todos los canales de televisión y todas las páginas web coinciden en un mismo perfil del terrorista:
Anders Behring Breivik, noruego de 32 años. Se define a sí mismo como cristiano y conservador. Ha firmado artículos de carácter anti musulmán en document.no. Fue militante, hace años, del partido derechista Fremskrittspartiet. Dirige una empresa de producción agrícola, lo que le podría haberle facilitado la adquisición del fertilizante necesario para la elaboración de explosivos. Además tiene tres armas registradas a su nombre y ¡es masón!
Todo esto, insisto, según la televisión y los periódicos que han elaborado esta lista de características personales basándose, principalmente, en el rastro dejado por Behring Breivik  en la red. Sobre todo de su perfil en Facebook. Sin embargo tras una visita al mismo, una serie de cuestiones despiertan en mí inquietantes sospechas difíciles de pasar por alto.
No hace ni un mes que Anders se inscribió en la red social. Su primer comentario data del pasado 17 de Julio y no es más, al igual que los siguientes, que un link a un video musical. Sin embargo, la descripción que el usuario hace sobre sí mismo es completa y muy exhaustiva, si se tiene en cuenta el escaso uso que le daba a su cuenta. Da la sensación de que estamos más ante un “historial” del presunto homicida que ante otra cosa.
Así, en el apartado “filosofía” se identifica como cristiano y  conservador tal como la prensa reporta. Efectivamente afirma dirigir Breivik Geofarm y se reconoce aficionado a la caza, lo que justifica su tenencia de armas de fuego. Por si fuera poco coloca en el apartado “juegos” dos títulos de temática violenta. Una vez leído todo esto, y tras las reiteradas acusaciones de “fundamentalista católico” vertidas sobre el por la policía y los medios de comunicación, parece necesario formarse una opinión negativa sobre este tipo independientemente de los asesinatos que haya podido cometer. Es más, la página entera parece específicamente redactada con este fin.
La frase "Una persona con una creencia equivale a la fuerza de 100.000 que sólo se mueven por interés", publicada recientemente por Anders en Twitter, contribuye a confirmarle como un perturbado homicida en potencia. Y es que, si bien esta cita de Stuart Mill no tiene en sí nada de maléfico, cuando es un asesino solitario quien la utiliza la cosa da un giro drástico. A estas alturas parece absurdo dudar de la culpabilidad del acusado, sin embargo es precisamente el hecho de que todo se vea tan claro lo que me induce al recelo.
Por si fuera poco hay colgados en su perfil cinco retratos del propio Behring Breivik, subidos a la red el mismo día. Todos, menos uno, parecen posados de estudio realizados sobre el fondo plano típico de un plató, algo infrecuente en las imágenes que suelen compartir los usuarios de Facebook. Al menos dos de ellas están tomadas en la misma sesión, y todo hace sospechar que una tercera (en la que Anders viste una americana de color marrón) también. Da la impresión de que han sido cuidadosamente seleccionadas para no revelar más datos que sus rasgos faciales, evitando mostrar lugares o personas.
Aún así, la más sospechosa de todas las fotografías es precisamente la que ha llevado a los medios de comunicación a especular con la posible filiación francmasónica del presunto homicida. Se trata de una instantánea en la que Behring aparece elegantemente ataviado con una indumentaria que muchos no dudan en etiquetar como propia de este colectivo. Siendo como son los masones miembros de una sociedad secreta, no puedo sino juzgar como extraño el hecho de que alguien que, tal y como se está afirmando, ha alcanzado el tercer nivel de la misma, exhiba de una forma tan indiscreta su pertenencia a una logia en Internet.

Estado: En la Logia, masoneando con mis coleguis secretos.

¿Es una locura plantearse la posibilidad de que se nos esté tratando de manipular para que, tal y como está ocurriendo, se anuncie en titulares de todo el mundo que este señor es un masón? Llámenme loco, pero este tipo de “pruebas” me recuerdan a aquel pasaporte que se encontró intacto en la misma zona cero de la que no pudieron rescatarse sino polvos y ceniza tras el atentado del 11 de Septiembre de 2001.
Aquí empiezan a asaltarme las dudas, inevitables tras la evidencia de que no todos los llamados “atentados terroristas” que la humanidad ha venido sufriendo en los últimos tiempos han ocurrido exactamente de la manera en que nos fueron contados. Si es usted una persona que cree el 100% de lo que se nos ha dicho sobre las Torres Gemelas, los trenes de Madrid, el Metro de Londres y etcétera, le recomiendo que investigue no solo sobre aquellos acontecimientos, sino sobre otros muchos ejemplos de terrorismo de estado o ataques bajo bandera falsa que se han venido sucediendo a la largo de las últimas décadas (Gladio puede ser la palabra perfecta con la que iniciar una búsqueda de datos que, a buen seguro, no le dejará indiferente).
Volviendo a Oslo, tenemos un psicópata asesino que se asegura de dejar una buena pista de datos que, a todas luces, le identifican como tal. Estudiemos ahora brevemente el blanco contra el que actúa:
Mata a decenas de chavales, liándose a tiros en una isla en la que se está celebrando una reunión de juventudes social-demócratas que quedan atrapadas a merced del pistolero. Es difícil imaginar peor villano que un fascista que mata niños, ya que este no se limita a tener ideas radicales intolerantes y a cometer asesinatos sino que arremete contra el sector más débil y vulnerable de una nación: Aquellos que representan su futuro.
Las víctimas de Behring parecen haber sido escogidas con el solo propósito de encoger los corazones de la ciudadanía. No han muerto soldados, extranjeros prescindibles ni nadie de dudosa moral. Se ha masacrado a muchachos nacidos en Noruega que no habían vivido tiempo suficiente para haber hecho nada malo. Jóvenes idealistas, además, militantes de un partido progresista para más inri.
Si alguien deseara que la opinión pública del país escandinavo se volviera contra cristianos y conservadores, no se me ocurre mejor acicate posible que un atentado de estas características para lograrlo. ¿Qué, sino un profundo rechazo, puede provocar en una mente sana y equilibrada la comisión de semejante acto de crueldad? ¿Cuál, sino el más ciego deseo de venganza, habría de ser el resultado de un episodio tan carente de humanidad? Poco importa que las enseñanzas de Jesucristo nada tengan que ver con el exterminio de inocentes: No habría de extrañarnos que la población noruega se movilizara contra todo lo que nos cuentan que este salvaje representa, que no es otra cosa que el conservadurismo y la profesión de la fe católica.
Sin embargo no olvidemos que el odio generalizado hacia el Islam que ha derivado de la masacre del 11-S (y que Behring comparte) ha justificado atrocidades como Afganistán, Guantánamo o ese descarado recorte de libertades conocido en Estado Unidos como USA Patriotic Act. Y no olvidemos tampoco que el tiempo, lenta pero inexorablemente, se está encargando de colocar a cada cual en su lugar tras aquella sarta de infamias de las cuales aún siguen quedando miles de víctimas en todo el mundo.

¿Anders Behring Breivik? ¿Cristiano? ¿Conservador? ¿Psicótico? ¿Masón?
Hoy solo una cosa está clara: Decenas de inocentes han dejado de respirar. Y no me extrañaría nada que, próximamente, el detenido como presuntamente culpable pasara a mejor vida en extrañas circunstancias igual que el malogrado Lee Harvey Oswald tras el magnicidio de JFK.






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martes, 19 de julio de 2011

¿Quiénes son los Indignados para impedir desahucios?



Cuando uno lee en un titular de prensa que "el 15M frena el desahucio de una anciana enferma de cáncer y su hijo discapacitado" no puede sino sentirse emocionado y conmovido. Solo un ser abyecto y sin alma podría lamentar a priori un hecho así.

La perspectiva de que una enferma terminal, que carga además con un vástago minusválido, sea expulsada sin miramientos de su hogar debido a una deuda resulta escalofriante para cualquiera que valore mínimamente la dignidad de la raza humana. En realidad, y aunque este caso concreto resulte especialmente conmovedor debido a la situación particularmente desventajosa de los afectados, prácticamente cualquiera que deba enfrentarse a un desalojo mueve a compasión y solidaridad (sobre todo hoy en día) sean cuales sean sus circunstancias personales.
Digo “prácticamente cualquiera” porque hay casos en los que el desahuciado actúa haciendo alarde de un grado tal de caradura que hay que pensárselo muy bien antes de realizar cualquier muestra de apoyo no sea que, sin quererlo, estemos siendo utilizados por un jeta profesional que solo pretende vivir mejor que (y por encima de) el resto de los que cumplimos religiosamente con nuestras obligaciones. Hay, para mí, tres casos tipo especialmente sangrantes:

Caso número uno: La gente que okupa por deporte/costumbre.
No me refiero solo a los clásicos punkis y perroflautas, ya que al fin y al cabo lo de estos no suele ser más que una etapa previa a su vuelta al polito de Lacoste. Acuso principalmente a todas aquellas personas, con frecuencia de etnia gitana, que han tomado no solo la decisión de no pagar jamás en la vida por una vivienda, sino de apropiarse de aquellas que otros obtuvieron con el sudor de su frente. En este sentido me ofende especialmente el caso de  quienes, no contentos con parasitar pisos, los “revenden” o alquilan a terceros como quedó demostrado que sucede en el reportaje presentado por Mercedes Milá el día 20 de Junio de este mismo año.
No me tiembla el pulso al escribir que me parece maravillosa la idea de que a todos estos indeseables se les largue a patadas, y no titubearé a la hora de defenderlo. Solo lamento que la ley actúe con tanta lentitud a la hora de solucionar conflictos como los acaecidos en las recientemente desalojadas viviendas de protección oficial de Navalcarnero, cuyos escasos inquilinos honrados se vieron obligados a aguantar los disturbios y destrozos provocados por cientos de delincuentes que campaban a sus anchas ante la impasible mirada de una ineficaz administración.

Caso número dos: El de aquellos que viven por encima de sus posibilidades y, como es lógico, acaban enfrentándose a una situación en la que afrontar sus deudas resulta sencillamente imposible.
La sociedad se ha encargado de enseñarnos aquello de “tanto tienes, tanto vales” y por eso todos conocemos a personas que, pese a estar empleadas en situación precaria o inestable, no dudaron (no dudan) en solicitar créditos bancarios para adquirir coches de alta gama o carísimas residencias. Hace solo unos días el conocido como movimiento 15-M dio un espectáculo lamentable tratando de impedir el desahucio de una personaje llamada Susana García, de profesión “actriz en paro”, que se fue a llorar a la asamblea popular de Puente de Vallecas para lograr que entre todos le ayudaran a mantener su palacete de solterita sin pagar un puto céntimo por habitarlo.
A los 40 Indignados de postín que se plantaron a la entrada del inmueble poco les importaba que el casero de esta “artista desconocida”, de nombre Luis Valdecantos, estuviera ahogado por una hipoteca que le había forzado a vivir de prestado en casas de amigos y parientes mientras Susanita llevaba prácticamente un año ocupando su legítima propiedad por la patilla. Ni uno solo de ellos se preguntó por qué esta desvergonzada no trocó, 11 meses atrás, su idílica residencia de single por un piso compartido en el que no se habría tenido que comprometer a pagar los 650 euros que, en su día, le parecieron tan aceptables. La estampa era tan surrealista que incluso la morosa, haciendo alarde de nulo sentido común y del ridículo, tuvo el valor de salir en cámara defendiendo lo indefendible mientras toda España se reía de ella por fresca y por patética (algunos también por fea). Mientras tanto, el casero se indignaba con los indignados que trataban de impedir que las autoridades hicieran justicia con una tipeja que le adeuda más de un millón de las antiguas pesetas “porque ella lo vale”.

"¡Porque yo lo valgooo!"

Gentuza como Susana García, incapaz de darse cuenta de que no se encontraba en situación de comprometerse a ciertos pagos, lenta a la hora de tomar medidas que hubieran disminuido el impacto de sus malas decisiones, despreocupada del daño que su irresponsabilidad pudiera causar a otros y presta a aprovecharse de un movimiento ciudadano en su propio beneficio, merece un desahucio inmisericorde por gorrona y descarada.

Por último el caso número tres que, por increíble que parezca, resulta alarmantemente común: Es el de aquellos que pueden pagar, pero sudan de hacerlo.
Hubo un tiempo en el que me entretenía, en compañía de mis compañeros de clase, escuchando las historias de un chaval que había trabajado como gestor de recobros. Se encargaba de contactar telefónicamente con personas que debían grandes sumas de dinero para procurar que lo devolviesen cuanto antes. Lo más gracioso de aquellas batallitas era, sin duda, que solían estar protagonizadas por personalidades públicas: famosos y faranduleros con sueldos astronómicos y adeudos igualmente imponentes que se negaban a soltar un céntimo mientras pudiesen evitarlo.
Lo cierto es que, mientras que los dos casos anteriores podrían justificarse alegando escasez de recursos económicos, aquel que dispone de ellos y continúa negándose a responsabilizase de las obligaciones que ha adquirido voluntariamente no tiene excusa alguna. Por ello juzgo apropiado defender que, en estas situaciones, el desahucio debe ser también inmediato. No me cabe en la cabeza que existan familias enteras que viven apretándose constantemente el cinturón para cumplir con los plazos mientras que hay gente que, teniendo más que suficiente, se dedica a urdir ocurrencias que les permitan escaquearse.

Todo lo anterior lo escribo porque, de lo que he leído a propósito del desalojo frustrado esta mañana por los muchachos de 15-M, he extraído un par de datos interesantes. Esta información me obliga a plantearme lo ocurrido desde un punto de vista que puede parecer cruel o políticamente incorrecto, pero que en mi opinión ha de ser también tenido en cuenta:
Estamos hablando de una pensionista y de su hijo, que padece una discapacidad del 41%. Dos personas que viven en Malasaña, en la calle Norte. En pleno centro de Madrid Capital.
Estamos hablando de una mujer que cobra cerca de 900 euros mensuales garantizados, y de un hombre que trabaja para la ONCE percibiendo también un sueldo que, sin ser desmesurado, debe rondar esa cifra.
Estamos hablando de una renta antigua que asciende a solo 156 euros al mes. En el supuesto pesimista de que madre e hijo solo ingresaran 1500 euros mensuales entre los dos, el precio de su alquiler representaría el 10.4% de sus ingresos.
Estamos hablando de unas personas que deben 5.000 euros a un particular que obtiene beneficios mínimos de un arrendamiento que podría estarle reportando cantidades hasta diez veces más suculentas. Hablamos, si dividimos la cantidad adeudada entre el monto total de la mensualidad, de que Victoria Sanz y su hijo Antonio Quiroga llevan dos años y medio sin pagar un alquiler que parece ridículo si se compara con lo que el resto de habitantes de Madrid se ven forzados a abonar.

Fotografía del intento de desahucio publicada en el Mundo. Observense las referencias en las pancartas a bancos e hipotecas, absurdas si se tiene en cuenta que se trataba de un desalojo por impago a un particular.


Así, si obviamos el hecho de que la anciana está enferma y si no prestamos atención a la minusvalía de su hijo (factores que desde luego no impiden que ambos perciban cantidades que ya quisieran muchos para sí), hemos de enfrentarnos a la más cruda de las realidades:
Estos individuos, pese a que viven en un piso situado en una zona privilegiada, gozan de un régimen de alquiler extraordinario y perciben dos sueldos, han optado por la morosidad mientras que cualquier pareja de personas normales, con dos sueldos normales y con un alquiler normal está dedicando más del 30 % de sus ingresos a mantener su vivienda sin que nadie tenga que venir a desalojarles por impago.
En base a lo publicado por la prensa, y a falta de más datos, estas son mis conclusiones: Nos encontramos ante un agravio comparativo. Ni los trágicos problemas de salud de una ni la grave sordera del otro justifican que, disponiendo como disponen de un 90 por ciento de sus ingresos tras el abono del alquiler, pretendan eludir sus responsabilidades cuando una inmensa mayoría de la ciudadanía dedica puntualmente hasta la mitad de lo que gana a mantener su hogar.
Muchos mataríamos por una pensión de 900 € y un puesto de trabajo en la ONCE, además de un pisito en el centro por menos de 200 euros al mes. Y muchos que se encuentran en condiciones más duras logran, no solo sacar adelante sus deudas con puntualidad, sino ahorrar y vivir sin hacer perder recursos  a terceros.
Espero sinceramente que trasciendan nuevas informaciones que puedan arrojar un poco de luz sobre este caso porque, tal y como están las cosas, me parece una injusticia gigantesca para con el casero, así como para con el resto de españoles que pagan su alquiler, que el desalojo de Antonio y Victoria se haya retrasado hasta el próximo septiembre.
De todas formas, si efectivamente pudiera justificarse que con todo ese dinero que ganan no les da para vivir… ¿no habría de ser el estado español quien se encargara de garantizar una vivienda digna para esta anciana y su hijo? Desde luego el pobre dueño del piso, el mismo que lleva años sin ver un duro, no tiene obligación alguna de seguir pagándole el techo a nadie.

En cualquier caso, si algo es seguro esto es que los revolucionarios sin causa del movimiento 15-M no son quien para entorpecer  la labor de la autoridad cuando trata de devolver el derecho a administrar su propiedad a aquel que, por ley, lo merece.







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martes, 5 de julio de 2011

Trucos para una boda más barata





Llegó el verano y con él las temidas bodas.
Temidas en dos sentidos, ya que si bien el elevadísimo gasto del enlace suele suponer un quebradero de cabeza para los prometidos y sus padres, el obligado desembolso de rigor también hace temblar a muchos de los convidados (sobre todo en el caso de haber sido estos invitados a más de una celebración de este tipo en un corto espacio de tiempo).
Y es que parece que últimamente se ha llegado a una especie de consenso, imponiéndose la norma no escrita de que la cifra mínima (si se quiere quedar medianamente bien) con la que obsequiar a los anfitriones ronda los 300 euros “por cubierto”. Esto quiere decir, en un lenguaje menos pretencioso, que para acudir es necesario apoquinar la mitad de un Salario Mínimo Interprofesional por barba, 600 € por pareja y 1.200 por una familia con dos hijos si no se quiere quedar como un rata. Qué duda cabe de que la cuantía se eleva cuando entran en juego factores como la cercanía de trato, el rango familiar o el grado de suntuosidad del propio evento.
Son varios los motivos de que se haya llegado a este extremo:
Por un lado, mientras que antiguamente el objetivo de los contrayentes era la mera celebración de su unión matrimonial, de un tiempo a esta parte ha empezado a ser frecuente que la intención oculta tras un bodorrio sea el ánimo de lucro. Es decir, que la gente (mucho menos religiosa ahora que en el pasado, y poco apasionada del concepto de “compromiso” en general) sólo se casa para sacar cuanto más dinero mejor. No es extraño recibir tarjetas de invitación en las que figuran tanto un número de cuenta corriente como la sugerencia de “ingresar por adelantado”.
Por otra parte, y como consecuencia de lo anterior, el sector hostelero (consciente de que en sus salones se estaba haciendo un negocio redondo) decidió hábilmente sacar mayor beneficio de una tendencia en alza, encareciendo desorbitadamente la “materia prima” de la industria matrimonial: Esto se tradujo en que el precio del convite se estabilizó entre los 90 y los 200 euros por persona, cantidad que en cualquier restaurante nos garantizaría una copiosa comilona pero que suele traducirse en los ya clásicos menús  “entrecot, coctel de gambas y sorbete de limón” típicos de reuniones de este pelo.
La tercera razón es la que, en todos los ámbitos de la vida, se hace necesaria para que una situación claramente desventajosa e insostenible se normalice: La imposibilidad intrínsecamente humana de plantarse ante la estupidez y la necesidad “sapiens” de aparentar lo que uno no es, lograron que resulte imposible volver a concebir una boda como una fiesta a la que a uno le invitan para celebrar un evento especial e irrepetible. Hoy, cuando uno recibe el sobre maldito, no puede evitar sospechar que su presencia no es tan ansiada como la talegada que tantos se vanaglorian de triplicar con pretendida esplendidez.
Así que sí, la culpa es de las parejas, que pusieron de moda la reprobable práctica de recuperar la inversión con pingües beneficios a costa de sus familiares. Y de los hosteleros que, codiciando un mayor pedazo del pastel, elevaron los costes de un modo injustificado. Pero también, y sobre todo, la culpa de este desmán es de los que entraron al trapo y pagaron haciendo ver que el atraco era de su agrado para evitar ser señalados como agarrados y roñosos por su entorno social.
Lamentablemente el daño ya está hecho, y en este momento cualquier cosa que lleve el apellido “de boda” cuesta tres o cuatro veces más de lo que sería razonable en cualquier otra situación. El vestido de boda, el ramo de boda, el banquete de boda, la tarta de boda… Nadie te pregunta primero si tu intención es lucrarte con tu casamiento sino que directamente se aplica el precio “de proveedor” dando por hecho que lo harás. Esto pone en un serio aprieto a los enamorados que desean unirse en matrimonio sin albergar intenciones recaudatorias de ningún tipo: El importe total de todo aquello que suele requerirse en esta clase de ocasiones es tan exagerado que la inversión de los tres a cinco millones de las antiguas pesetas que, se dice, requiere una boda, parece imposible de acometer.
Por desgracia, la fuerza de la costumbre ha favorecido que se asienten firmemente unos cánones muy estrictos que determinan lo que es (o debería ser) un enlace en condiciones. Esto redunda en el triste hecho de que resulta inevitable para una pareja sentir que el día más feliz de sus vidas no es tan perfecto como debería si no disponen de todos los elementos que, por convención, se le asocian. También propicia que los invitados acudan predispuestos a una parafernalia concreta y se sientan decepcionados en caso de encontrarse con algo distinto, lo que genera críticas y chismorreos de lo más desagradables.
Esto, como todo, puede y debe cambiarse. Para ello, es obligatorio plantearse los motivos que nos llevan al casorio: Todo lo que no sean ganas de formalizar un compromiso para darle una dimensión más profunda al noviazgo de cara a la sociedad y a la propia pareja… no sirve. Casarse para que te paguen la entrada del piso, los electrodomésticos o un viaje a Punta Cana es ruin, rastrero y despreciable.
A la aceptación de que la alianza no debería buscar más que la unión de los contrayentes seguirá, como la rueda sigue a la pezuña del buey, que el posterior fiestón no ha de tener otro fin que la de compartir ese momento tan alegre con los seres queridos con quienes sentimos más afinidad. Este descubrimiento será determinante a la hora de abaratar el flete final por varios motivos.

- Primero, disminuirá la lista de convocados en varios cientos de personas.
Cuando se planea obtener elevados ingresos en forma de regalos de boda, resulta conveniente extender la invitación a cuantos más mejor. Es por esto por lo que, tarde o temprano, a todos se nos acaba animando a asistir a la ceremonia de ese estúpido primo segundo del que hace siglos que no sabemos nada: El primo quiere nuestra pasta para un Ford.
Cuando el ánimo de lucro de desvanece, vuelan también las ganas de dedicar tiempo y dinero a ciertas personas que, si bien forman parte de nuestra vida, no son tan importantes como una minoría verdaderamente imprescindible.

- Segundo, y debido a que solo esperamos la asistencia de quienes realmente nos importan, podemos sentirnos exentos de adoptar las poses forzadas que, como anteriormente veíamos, se nos han impuesto a golpe de repetición.
Al saber que compartiremos la jornada con quienes más nos aprecian y conocen, la necesidad de satisfacer a la concurrencia por miedo al qué dirán se torna en ganas de hacer una sola cosa: Pasarlo bien, y disfrutar al máximo de su compañía. De este modo nos libramos del yugo de las apariencias y descubrimos que el dinero empieza a rentar de manera insospechada, como iremos viendo paso a paso:

1- Las invitaciones:
¿De verdad es necesario gastar cerca de 500 € sólo en un taco de tarjetas?
La tecnología ha avanzado una barbaridad y nos brinda la oportunidad de sustituir un gasto que en su día fue impepinable por alternativas gratuitas y notablemente más originales.
Una de ellas consiste en ponerse guapos, elaborar un pequeño guión y grabar un mensaje de invitación con cualquier cámara de video casera. Colgarla en Youtube es tan sencillo y gratuito como enviar un email con el enlace a todos los amigos y familiares a los que decidamos invitar. Definitivamente, esta opción no solo nos ahorra dinero sino que resulta enormemente más divertida y personal que el más elegante de los tarjetones.
¿Que nos gusta más en papel? El 90 por ciento de los novios que se casan hoy en día se maneja, por una cuestión de edad, a nivel usuario con el ordenador y está perfectamente capacitado para elaborar un sencillo diseño que, impreso en el papel adecuado, cumplirá con creces su cometido. En caso de no sentirse capaces… ¿quién no tiene un conocido aficionado al diseño gráfico, cuando no profesional? Estará encantado de ayudar como regalo a los novios.

2- La ropa:
Es sencillamente indecente la cantidad de dinero que se pide por un vestido de novia. La cosa reviste especial gravedad si tenemos en cuenta que, por su diseño, será imposible volver a utilizarlo en el futuro. Se trata por tanto de un gasto tan elevado como absurdo, que no suele ser menor de 1500 €, llegando a superar los 6.000 en muchos casos.
El cerebro de las mujeres ha sido salvajemente bombardeado durante demasiado tiempo con clichés nupciales y por ello resulta casi imposible llegar a un acuerdo a este respecto con alguien que, desde niña, se ha imaginado a si misma caminando hacia el altar ataviada como una princesa de cuento en infinidad de ocasiones. Pese a ello, no hace falta un estudio de mercado para comprender que, por una mínima fracción de lo que cuesta el típico traje blanco, cualquier chica puede hacerse con un precioso vestido de fiesta que, además de favorecerle mucho más que los típicos, pesados y ostentosos faldones, podrá volver a lucir cuantas veces quiera. Si a esto le sumamos unos zapatos, algún complemento elegante y un buen trabajo de peluquería, por algo más de 500 euros tendremos a la más hermosa de las novias lista para decir “sí, quiero”.
En cuanto a las galas del novio… en todas las ciudades hay establecimientos dedicados al alquiler de chaqués para este tipo de ceremonias, rondando el precio los 70 euros. El tiempo del que el cliente puede disponer de las prendas suele ser de un par de días y el único requisito digno de tener en cuenta es la conveniencia de reservar con un mes de adelanto el traje para garantizarse la disponibilidad de tallas.



3- El reportaje.
Mi experiencia en el mundo del reportaje social me autoriza a afirmar que, demasiado a menudo, la cantidad que se cobra a los novios no justifica la calidad del trabajo. De hecho hay una desmedida cantidad de fotógrafos de boda que no solo no tiene formación técnico-artística de ningún tipo, sino que (a ojos de cualquier auténtico profesional) carece de aptitud alguna para ganarse la vida con una cámara.
Más llamativo aún es el caso de los videógrafos, que acostumbran a ser un simple fotógrafo armado con una videocámara que programa en automático y maneja con la misma pericia que cualquier otro aficionado.
Entre alrededor de 1000 y 2000 euros suele pagarse por este servicio. Y se paga porque todo el mundo desea guardar recuerdos del día de su boda para, pasados los años, poder continuar rememorando aquella ocasión tan especial. Mi propuesta es la siguiente:
Incluir en la tarjeta de invitación la petición de acudir provisto de cámara de fotos y tomar cuantas más instantáneas mejor para, tras la fiesta, descargar el contenido de las tarjetas de memoria a un ordenador, obteniendo miles de imágenes tomadas desde todos los ángulos posibles que podremos seleccionar, editar e imprimir por un coste muy inferior al usual.
Como es lógico, una inmensa parte de ellas serán basura. Sin embargo, solo es una cuestión de estadística que por cada diez fotos malas al menos una será genial por lo que cuantas más logremos, mejor.
Si bien el video de la boda podría lograrse por medio del mismo procedimiento, es cierto que obligar a un invitado a pasar toda la noche detrás de la lente es poco adecuado. La solución es simple:
La práctica totalidad de los alumnos de escuelas de Imagen y Sonido acaban realizando, en algún momento de su vida, lo que en el gremio se denomina BBC (bodas, bautizos y comuniones). Poniendo un reclamo en el tablón de anuncios de alguno de estos centros contactaremos con personas formadas para la grabación y edición de video que, por unos 20 euros la hora, registrarán el evento para nosotros. Por 300 euros, contando el proceso de montaje, cabe esperar un trabajo tan bueno como el mejor de los que el fotógrafo de bodas de nuestra localidad pueda ofrecernos.

4- El convite:
Lo normal es que el festín nupcial represente el mayor de todos los gastos de la boda. Es lógico, ya que hay que pagar tanto un espacio lo suficientemente amplio para alojar a los invitados, como el menú y servicio de camareros. Sin embargo parece contradictorio, teniendo en cuenta que lo normal es desembolsar un mínimo de 8.000 euros por cada 100 comensales, que la comida de los desposorios suela resultar poco satisfactoria y ampliamente criticada.
Esto es muy lógico ya que un menú a gusto de todos es, simplemente, imposible de elaborar. Siempre habrá quien prefiera la carne al pescado, las legumbres a las verduras o lo dulce a lo salado. Además puede comprenderse que la elaboración de los platos no sea comparable a la de un restaurante a la carta si se asume que cocinar para decenas de mesas no es lo mismo que cocinar para una sola. El problema está en que se está pagando una suma exagerada por la cual cabría esperar, al menos, unas viandas deliciosas  y abundantes que rara vez se materializan en las mesas de los salones de banquetes.
Lo ideal, si queremos una celebración a un precio razonable, es dedicar unos momentos a evaluar qué posibilidades tenemos de organizar un sarao exitoso al margen de las abusivas imposiciones de los empresarios de la hostelería.
Podríamos preguntarnos ¿tenemos algún conocido que disponga de una finca? Seguro que es posible llegar a un acuerdo con él para que nos permita utilizar sus terrenos en tan señalada fecha. Y en caso de no tener suerte ¿por qué no plantearse otras opciones?
La crisis del sector inmobiliario ha dejado España repleta de viviendas vacías y dueños con imperiosas necesidades de vender o alquilar. Con tan sólo dedicar unos minutos a investigar en la web, podremos localizar cientos de casas de campo y chalets con jardín con cuyos propietarios nos resultaría mutuamente beneficioso alcanzar un acuerdo temporal de arrendamiento.
Por supuesto existe una tercera opción, si bien es algo menos asequible, consistente en recurrir a empresas dedicadas a este negocio en particular, como algunas casas rurales de las que podremos disponer durante un fin de semana por alrededor de 1.500 euros.
Calculando que manejásemos una cifra que rondara los 100 invitados, tras restar el alquiler del espacio aún dispondríamos de unos 6.500 euros para destinar al menú antes de igualar el gasto que habríamos hecho en un salón de bodas normalito. Contratar a una empresa de cáterin que sirva un buffet libre para nuestros familiares y amigos, con mesas y vajilla incluidas, no rebasa ni de lejos esa suma.

5- La barra libre:
Digan lo que digan, una fiesta sin priva no es más que un muermo de reunioncilla. A partir de cierta hora, conviene asegurar el cachondeo garantizando una generosa provisión de espirituosos para los asistentes al banquete. No en vano, la perspectiva de “pillar una buena borrachera” es, inmediatamente después de “follarse a la prima”, la motivación principal de todo asistente a una boda.
Una vez más, aquellos que viven de organizar enlaces matrimoniales son conscientes de este particular. Por eso la tradicional barra libre suele cobrarse hasta a 20 euros por persona, limitando la duración de la misma a sólo unas pocas horas, transcurridas las cuales las consumiciones deben ser abonadas por los propios invitados.
2.000 euros en copas son muchas copas si tenemos en mente el precio habitual en bares y discotecas, pero si sopesamos el coste real que las botellas de licor tienen para los organizadores llegaremos a la conclusión de que el margen de beneficio que acumulan es escalofriante. Así pues, el momento más deseado de la celebración no es tan rentable como a priori pueda parecer a algunos.
Si aún deseamos disminuir la cuantía del desembolso esponsalicio, aplicando el Principio Universal del Botellón Castizo obtendremos datos muy interesantes: Por unos 700 euros podremos comprar bebida de sobra para narcotizar a un centenar de personas. Así, no solo abarataremos el coste si lo comparamos con las tarifas habituales por barra libre, sino que podremos prolongar la fiesta durante muchas más horas de las que este servicio nos ofrece tradicionalmente mientras que factores determinantes como sabor y efecto embriagador  mantendrán los mismo niveles que cabría esperar de una ingesta brutal de licor más prohibitiva.



Requiere un cierto grado de esfuerzo, tiempo y dedicación, pero aplicando estos 5 sencillos puntos lograremos organizar una boda por alrededor de un millón de las antiguas pesetas. Casarse por menos de 5.000 euros representa una reducción del 75% si consideramos el gasto que un evento de estas características suele conllevar. Sin duda todavía puede abaratarse mucho más, ya que lo único obligatorio es un cura, dos novios y sus testigos. Está claro que no hay como encontrar alternativas (y ser capaz de ponerlas en práctica pasando por encima de todo convencionalismo preestablecido) para disfrutar de un enlace barato e inolvidable.
No olvidemos que, aparte del desahogo que un ahorro de esta magnitud supondría para los anfitriones, también los invitados acudirían mucho más tranquilos. Con que cada uno de los 100 asistentes participase con 50 euros en los costos, estos estarían prácticamente cubiertos.
Insisto, aun así, en que una invitación no debería en ningún caso llevar implícito el pago de lo convidado ya que en ese caso no se debería usar el verbo invitar, sino el verbo vender de la siguiente forma:

“Te vendo mi boda. Yo la organizo y tú la pagas”.







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sábado, 2 de julio de 2011

Sobre pervertidos, desviados e invertidos.




Que la homosexualidad es una perversión, si nos atenemos al significado que a esta palabra suele otorgarse, es algo que nadie puede poner en duda. Al fin y al cabo, el deseo carnal hacia un individuo de tu propio sexo puede considerarse una anomalía del comportamiento que supone la desviación de una tendencia psicológica natural”.
Ahora bien: Basta con un rápido vistazo a la lista de categorías de cualquiera de las decenas de “Youtubes del Porno” que existen para comprobar que la heterosexualidad también está muy, pero que muy pervertida.
¿Cómo, si no, explicar la existencia de miles de archivos pornográficos etiquetados como “mature”, “BBW” o “BDSM”? Si afirmamos que lo normal es que a los machos únicamente les atraiga la idea de copular con hembras jóvenes, fértiles y “canónicamente atractivas”… ¿no deberíamos catalogar como desviación el deseo que muchos heteros sienten por hembras ancianas u obesas? ¿Sería descabellado afirmar que un hombre que se excita mientras es golpeado por una dama embutida en latex, aunque solo sea una vez en su vida, obra contra natura? Si nos ajustamos a la definición, seguramente no.
Tal vez el origen del conflicto radique en el uso peyorativo que del término perversión se hace usualmente. Si hacemos un esfuerzo por utilizar el vocablo más correcto, tal vez parafilia sería la manera apropiada de referirse a los gustos de aquellos a quién comúnmente suele calificarse de pervertidos.
En cualquier caso… ¿Qué es “lo normal”? Y sobre todo, ¿quién lo determina?
Partimos de la base de que estamos hablando de sexo. Algo que, por norma general, practicamos solos o en pareja pero (casi siempre) en la intimidad. Puedo comprender que alguien afirme conocer cuál es la manera más “normal” de respirar, de caminar o de beberse un vaso de agua pero… ¿De excitarse?
Hasta donde yo llego, la excitación sexual es un conjunto de cambios físicos y hormonales que se originan en el cerebro. Si cada mente es un mundo ¿Cómo puede alguien asegurar conocer la manera “normal” de ponerse cerdo?
Todos tenemos nuestras peculiaridades sicalípticas. De hecho, me atrevería a afirmar que el colectivo humano que se pone cachondo, de forma exclusiva, ante la idea de una cópula tradicional con un espécimen joven y hermoso del sexo opuesto representa una minoría de los habitantes del planeta Tierra. Dentro de la cabeza de cada individuo hay recuerdos, traumas, ideas y fantasías que conforman una mentalidad única e irrepetible, de la cual dependerán los estímulos que dicho individuo requiere para activar sus impulsos sexuales.
Sin embargo, se consiente con frecuencia que el típico viejo verde y putero, que paga a una emigrante explotada por unos minutos de sexo sucio, se refiera a dos hombres que (unidos, en ocasiones, por profundos sentimientos) follan de mutuo acuerdo como maricones pervertidos”, “desviados” o “invertidos”.
Centrándonos en este ejemplo concreto, y si tenemos en cuenta que una tendencia sexual solo se considera peligrosa si es dañina para otra persona, cae de cajón que quién debería ser señalado y acusado por la sociedad de desviado no es precisamente aquel que mantiene sanas relaciones consentidas sino quien, como cliente asiduo, perpetúa la lacra de la explotación sexual femenina y garantiza la existencia de locales de alterne, muchos de los cuales denigran y esclavizan a miles de mujeres en todo el mundo.
Gracias a Dios, las cosas cambian. En ocasiones a mejor: Asistimos esta semana a las celebraciones del Orgullo Gay, cosa improbable hace unos años e imposible décadas atrás. El hecho de que este evento se haya convertido en un reclamo turístico enormemente mediatizado, además de en un negocio lucrativo en el que las reivindicaciones pasan generalmente a un segundo plano, es muy criticable. Sin embargo, la fiesta es una prueba indiscutible de que, año tras año, cada vez son más los que destierran esos prejuicios absurdos (aunque humanamente comprensibles) que han obligado a la comunidad gay a satisfacer sus impulsos en lo clandestino, cuando no a reprimirlos por imposición, durante demasiado tiempo.
Personalmente, el espectáculo que el desfile del Orgullo Gay suele ofrecer me resulta horterilla, algo carente de gusto y, en ocasiones, innecesariamente “poser”. Comprendo, sin embargo, que hubo un tiempo en el que forzar determinadas actitudes o adoptar un cierto aspecto ayudaba a dotar de identidad a un movimiento, como el homosexual, al que nunca antes se le habían puesto las cosas demasiado fáciles. Así, clichés recurrentes como dar matiz femenino al habla o vestir tangas de leopardo forman ya tanta parte del colectivo como sus propios miembros.
Entiendo también las ganas de provocar y de transgredir predominantes entre los participantes y su deseo de hacer patentes los sentimientos de rechazo que profesan hacia las muchas instituciones y sectores sociales que, hasta no hace tanto, se han ensañado con aquellos que simplemente preferían montárselo con alguien de su mismo género.
Mi opinión es que, si se persigue la normalización de la homosexualidad, desfilar semidesnudo con plumitas en el culo es algo menos efectivo que demostrar al mundo, día a día, que ser gay no está reñido con ser un ciudadano responsable, perfectamente capaz de llevar un estilo de vida tan digno como el del más recto de los heterosexuales.



También preferiría que algunos individuos evitaran aprovechar cobardemente el ambiente festivo y la masiva afluencia para lanzar mensajes insultantes u ofensivos, que no engendran sino mayor crispación y rechazo. En cualquier caso, esas actitudes negativas solo pueden reprocharse a los que las ponen en práctica y en ningún caso a todo un colectivo de ciudadanos que solo piden diversión en las calles y respeto por parte de la sociedad.
Si bien es cierto que resulta difícil superar el coraje de aquellos que antaño (en los tiempos en que el sarasa era marginado y perseguido) fueron capaces de desafiar lo establecido para vivir de acuerdo a su realidad, es justo reconocer también la valentía del homosexual contemporáneo. Sí, es verdad que lo tiene más fácil que en el pasado (sobre todo en países como España), pero lo cierto es que todavía no es del todo “normal” que ser marica sea… normal.
De todos modos, si hay algo que encuentro admirable en ellos es esa actitud de “yo soy así” que llevan siempre por bandera… por algo Macho Man es uno de sus himnos: Se trata de que todos entiendan que me gustan los tíos siendo, como soy, muy tío (aplicable también a lesbianas, por supuesto).
Esto contrasta, curiosamente, con la postura del colectivo Trans con el que tantas veces han sido y son confundidos los homosexuales. Haciendo gala de un talante radicalmente opuesto, el individuo transexual parece querer hacer calar el concepto en la ciudadanía de que ellos no son lo que por naturaleza son, sino lo que dicen ser. Y es que, si bien respeto que decidan adoptar artificialmente los atributos propios de un sexo que no les corresponde, no soporto la idea de que traten de imponer (por ley incluso) que todos los demás tengamos que considerar mujer a un hombre castrado e hinchado con silicona (u hombre a una mujer con bigote y sin pecho).
No soy un profesional de la salud, pero me atrevo a decir (aún a riesgo de equivocarme) que, mientras que la homo(bi)sexualidad es una preferencia tan aceptable, sana e inofensiva como el fetichismo o las prácticas sadomasoquistas, una persona que siente que su género no le corresponde y pasa su vida tratando de ocultarlo y modificarlo necesita (salvo en casos muy concretos en los que, como está demostrado, se dan anomalías durante el proceso de gestación) atención médica, ya que es posible que sufra algún tipo de desorden psiquiátrico.
Yo mismo, tras una larga e intensa temporada en el continente negro, empecé a considerarme africano en cierto grado. De hecho, cuando converso con alguien procedente de esa zona del mundo así se lo hago saber. Sin embargo, si decidiera tatuarme todo el cuerpo de marrón oscuro y colocarme prótesis en los labios para realizar un “cambio de raza”, jamás esperaría que la Seguridad Social me pagase dicha transformación, ni mucho menos que el mundo entero aceptase reconocer mi derecho a considerarme “oficialmente nacido en la jungla”.
Y, en caso de hacerlo, comprendería que la Organización Mundial de la Salud considerase mi conducta como una enfermedad mental.





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viernes, 1 de julio de 2011

Blog de Carne Cruda: Censura en Radio 3




¿Se acuerdan del Ministerio de la Verdad? Hablo, por supuesto, de 1984. La célebre novela de Orwell.
¿Recuerdan el trabajo que el protagonista, Winston Smith, desempeñaba en dicho Ministerio? Resumiendo, su labor era la de borrar y modificar datos oficiales, anteriormente publicados, para engañar a la ciudadanía.
Mi descubrimiento del día pone en evidencia que nos acercamos peligrosamente a la Era del Gran Hermano en este pequeño país de chapuceros. Ayer comprobé en mis propias carnes como Radio 3 (Radio Nacional de España) borra y resucita los comentarios de sus oyentes cuando no interesa que sus opiniones trasciendan. Dicho de otro modo: Hay un Winston Smith trabajando en ese Ministerio de la Verdad que llamamos la radio pública.
Ya he comentado en ocasiones anteriores que Carne Cruda, el “contra informativo” dirigido por Javier Gallego (alias Crudo), fue durante un tiempo un programa que seguí con muchísimo interés. La única razón de que dejase de escucharlo fue el hartazgo.
Me harté, demasiado tarde, de su discurso demagogo y aleccionador. Me harté de sus oportunistas parrafadas, que llegaron a superar con creces en número a sus anteriormente interesantes discursos. Pero sobre todo me harte de que, día si día también, ridiculizase y criticase indiscriminadamente a la Fe católica, a su Iglesia, a sus líderes, a sus sacerdotes, a sus sotanas y (por extensión) a sus fieles.
Me harté de escuchar un espacio radiofónico en el que parecía haberse tornado un recurso recurrente el “tiro al cristiano”. Me harté como se hartó Marky Ramone el día que, en medio de una entrevista, se marchó de un portazo tras tener que aguantar una batería de preguntas malintencionadas e hirientes durante la emisión del programa.
Si usted es católico, y también quiere hartarse de Carne Cruda, le recomiendo que lea alguna de las entradas de su blog. Por ejemplo las tituladas  La Red está en pecado”, “El Papa no existe” y “Con la Iglesia hemos topado”. En ellas podrá encontrar frases como:

 “(…) No estoy de acuerdo con el Papa (…). El purgatorio existe. Quizá no lo ve porque estamos viviendo dentro… Y él es uno de los responsables de ello”.

“Si quiere (Rouco Varela) encontrar pecados en la red, que entre en la página del Vaticano”.
“Donde hay un joven, Don Rouco ve un pecador lujurioso. Donde un grupo de jóvenes, supongo que verá una orgía. Donde hay un cura, prefiero no pensar lo que ve”.
“(…) Rouco confunde internet con la banca vaticana. Quizá por eso dice que la Red “es un medio de propagación de fórmulas de vida de todo tipo, sin excluir las menos acordes con la dignidad humana”.”.
“(…) A partir de ahora hablaremos de la Iglesia Católica como una pequeña institución sin importancia a la que siguen cuatro gatos”.
“Y ahora viene Ratzinger y casi chapa el purgatorio por reformas. Que Dios se ande con ojo, que es el siguiente de la lista”.

Habrá comprobado como el caballero que firma los textos no tiene problema alguno en culpar al Papa de los males del mundo moderno, atribuir los delitos sexuales de unos pocos a la generalidad de los sacerdotes, y sugerir que el estilo de vida Vaticano es “indigno”. Y si usted tiene dos dedos de frente estará horrorizado, no porque esta sea la opinión de este individuo (que tiene todo el derecho del mundo a creer lo que quiera) sino porque… ¡la emisión de estas difamaciones la pagamos usted y yo a diario!
¿Imagina un programa de RNE en el que fuese habitual ridiculizar cruelmente a los señores gordos? ¿O a los africanos? ¿O a los coleccionistas de sellos? ¡No! ¡Nadie lo imagina! Porque ese improbable programa, la segunda vez que incurriera en ese tipo de faltas de respeto, sería suspendido ante la avalancha de quejas que RTVE recibiría de inmediato. Porque Radio Nacional es para España: Para todos los gordos, negros, coleccionistas y creyentes de cualquier tipo que habitan dentro de sus fronteras y contribuyen con sus impuestos.
Además, a nadie se le ocurriría meterse en semejante berenjenal… pero como todos los curitas son muy buenos y los católicos son como Flanders, poner a parir la religión de buena parte de la población española sale gratis a cualquiera que necesite compensar una falta de inspiración con un buen batido de mierda.
Ayer, para variar, Javier Gallego Crudo optó de nuevo por lo fácil y, ante la “noticia” de que el Papa ha abierto una cuenta en Twitter, volvió a dejar la puerta abierta al recochineo general preguntando a los oyentes qué les gustaría decirle al Pontífice. ¿No tenía otro tema? Imposible saberlo. Yo opino que hay mil ideas mucho más audaces con las que las probabilidades de herir sentimientos descenderían (acuérdese del dicho sobre qué dos temas no son adecuados en la mesa)… pero el locutor de Carne Cruda y yo no debemos pensar de la misma manera.
Decidí, en vista de que el asunto empezaba a retorcerme los cojoncillos, publicar un comentario en el blog del programa en el que, muy amablemente, informé a Crudo de que me sentía indignado por tener que mantenerle (como pagador de impuestos que soy) cuando él, desde su puesto de trabajo, centraba sus esfuerzos en sabotear constantemente algo tan sagrado para mí como son mis creencias religiosas. El comentario decía, entre otras cosas, lo que sigue:

(…) Estoy indignado contigo: Me duele en el alma que tu sueldo lo recibas directamente de mis impuestos. Si yo soy un español, y tú trabajas en Radio Nacional de España... ¿Por qué siento que me faltas al respeto (a mí y a otros muchos compatriotas) con tanta frecuencia?
(…) Como contribuyente te pido menos demagogia y más objetividad, o un disclaimer al inicio del programa en el que adviertas de que tus opiniones son sesgadas, partidistas y tendenciosas. Así nadie se llevará disgustos.
 Me haría felicísimo obtener respuesta por tu parte, seguro que tu punto de vista es interesante. Dado que te tengo por una persona partidaria de la transparencia de los servicios públicos, te animo a que como director de un programa de RNE lo hagas.

Y es que, casualmente, el señor Gallego se posiciona como abanderado de las libertades ciudadanas y la libre expresión. ¡Pues anda que no dio la murga con el 15-M cuando dicho movimiento todavía salía en las noticias, allá por el mes pasado! Llegué a escuchar en su programa que la acampada era una “sociedad perfecta”, una “especie de república”.

“Es emocionante verlo y vivirlo, sentir como la calle se llena de pasos, de personas, de ganas de hablar, de discutir, de gritar, de sacar la indignación, la apatía, el desencanto que ahogaba sordamente en el pecho”.
http://blog.rtve.es/carnecruda/2011/05/toma-la-plaza.html

¿Ven cuanto gustan en Carne Cruda las “ganas de hablar”, “de discutir” y “de sacar la indignación” cuando el desencanto “te ahoga sordamente en el pecho”? No debe ser así siempre, porque cuando el “desencanto que te ahoga” lo motivan las descalificaciones que, desde Radio 3, se hacen a menudo contra el credo de los cristianos… las ganas de hablar, de discutir y de sacar la indignación ya no son contempladas con tan buenos ojos. Ojo, porque llega el momento en el que a la libertad de expresión la atan a un poste y la violan salvajemente:
Poco después de mi aportación al blog, un usuario (ANA-CONS) me contesta acusándome de ser un empleado de Intereconomía, tras lo cual yo remito un segundo comentario negándolo y explicándole las diferencias que existen entre un medio de comunicación privado y otro público. Pese a que, tras pulsar el botón de envío, mi mensaje figura a continuación del de ANA-CONS, solo unos pocos minutos después descubro que ya no está. Ha desaparecido.
Por ello, vuelvo a redactarlo añadiendo un apartado inicial en el que indico lo extraña que me ha resultado la inexplicable huida del texto, como puede comprobarse en la siguiente imagen:



ANA-CONS me responde poco después, confirmando que puede leer mi contestación desde California.



Observen ahora, en esta captura realizada segundos después, como mi comentario ha sido nuevamente eliminado. Pese a no haber incurrido en descalificaciones de ningún tipo, pese a no haber nada ilegal en su contenido… mi opinión, después de ser publicada, es retirada tras unos pocos minutos.



Vuelvo a insistir, dado que he guardado una copia del mensaje, y reenvío. En esta ocasión la usuaria Silvia P. denuncia haber comprobado cómo se censuraban mis comentarios y acusa de hipócrita al programa de radio.



Esta vez es su opinión la censurada. Silvia P. contraataca con otro comentario más, en el que exige que se le explique el motivo de la no-publicación de su mensaje de queja.



Al rato, después de que una tercera usuaria (que firma como Alba) comente que a ella también se le ha borrado una intervención, mi comentario VUELVE A SER ELIMINADO por tercera vez, sin que exista justificación alguna para ello salvo el propio miedo de quien los filtra a ser señalado como intolerante y censor.



Más misterios, en este caso una aparición fantasma, nos deparaba el blog de Carne Cruda: Mi primera respuesta a ANA-CONS (aquella que, tras ser borrada, abrió la jaula del secuestrador de opiniones) ¡vuelve a aparecer en el lugar del que nunca debió marcharse!



Y poco después, el comentario en el que Alba afirmaba haber sido también víctima de la censura vuela y es sustituido, precisamente, por el texto que la usuaria había echado en falta.



Seguramente por el camino se perdieron más letras, pero uno no puede pasarse todo el día capturando evidencias de los burdos tejemanejes que se traen en la Casa de la Radio para silenciar las quejas de un ciudadano protestón.
El resultado fue el siguiente: Todos los comentarios que, en su momento, habían sido secuestrados, volvieron a su lugar de origen. Sin embargo, aquellos en los que los usuarios protestaron contra quién coartaba su libertad de expresión fueron eliminados, dejando incluso pedazos de conversaciones inconexas y carentes de sentido. Exactamente como si unos paranoicos hubieran perdido los papeles protestando por la desaparición de comentarios que (al final) estaban ahí. Juzguen ustedes mismos si no se trata de una maniobra digna del mismísimo Ministerio de la Verdad, sobre el que nos prevenía Orwell.
Esta trama me preocupa, porque no estamos hablando de un blog normal: En un blog normal, y hasta la entrada en vigor de lo que aún solo es el anteproyecto de la Ley Integral para la Igualdad de Trato y la No Discriminación, cada webmaster puede decidir qué publica y qué deja de publicar. Sin tener que dar explicaciones a nadie.
Basta, sin embargo, con analizar la dirección web del blog de Carne Cruda para ver que está alojado en la página oficial de Radio Televisión Española. Esto indica que, al igual que la tele y la radio nacionales, estas bitácoras son un servicio público de interactuación con los creadores de los programas que el ciudadano paga por escuchar. Por eso, toda censura o intento de manipulación que provenga de un empleado de dicha empresa será no doble, sino infinitamente más reprobable que la proveniente de cualquier otra parte.
Y, ya puestos, digo más.
Desde cualquier radio, televisión o publicación (ya sea física o digital) de carácter privado (como la sosa Antena 3, la ultra conservadora Intereconomía, El mítico Jueves o, incluso, el modesto Comiendo Detergente), es lícito y admisible un cierto grado de burla, crítica, irreverencia o incorrección. En su casa cualquiera puede decir lo que le salga de la punta de la poya. ¡Para algo salimos de una dictadura fascista y nos garantizamos constitucionalmente la libertad de expresión!
Lo que no puede tolerarse es que un programa radiofónico ataque, por sistema, asuntos que para muchos son no importantes, sino sagrados, en un medio de comunicación que existe por y para todos.
Y que dicho medio, ante cualquier discrepancia, opte por el sencillo camino de la destrucción y modificación de pruebas… simplemente no tiene perdón.
Javier Gallego, Crudo, tiene (como afirmo más arriba) garantizado su derecho a encontrar a la Iglesia ridícula, absurda e incluso maligna. Y, claro está, puede contárselo a quien quiera, todas las veces que quiera. Pero no como quiera.
No con mi dinero, ni a mi costa. No ocupando una franja horaria que una inmensa fracción de sus jefes (le pagamos, luego somos jefes) preferiríamos que se cediese a un profesional capaz de hacer un programa entretenido, valiente y novedoso sin necesidad de faltar al respeto a las creencias de nadie. Y cuando digo nadie, me refiero a NADIE.
Puede, eso sí, fichar por el sector privado... En los informativos de la Sexta, por ejemplo, tendría total libertad para repartir caña a diestro y siniestro, y sus espectadores sabrían muy bien qué producto consumen.  De igual modo, los espectadores de Veo 7 saben a lo que se exponen cuando se sientan delante de su televisor a ver a Pedro J.
El medio de comunicación privado no es sino el negocio de unos pocos, que ofrece servicios orientados a una minoría. Los medios públicos no deberían ser un negocio para nadie, sino información y entretenimiento para el conjunto de los ciudadanos. Por eso es imperativo que, gobierne quien gobierne, sus métodos y contenidos sean también considerados con todos (en el sentido más amplio de la palabra).
Hoy me voy a dormir dolido y decepcionado. Con Gallego, con la Radio y con lo Público en general. ¿Llegará el día en que los oportunistas dejen de arrimar el ascua a su sardina?









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